martes, 12 de diciembre de 2017

"No soporto sus lagrimas" Relato libre sobre Muricia la Ahriman

-¿Dónde está?-la Redactora iba sacando cajas, carpetas, portafolios- Maldita sea la Camarilla, juraría que lo deje aquí.

-¿Puedo ayudarte?- Adelbert le cogió una pesada caja y la dejó en su escritorio.- ¿Estás limpiando o nos mudamos?

-Ni una cosa ni otra. Busco un documento donde unos miembros de la Mano Negra descubren que Muricia se ha separado de los Gangrel.-Adelbert le muestra un sobre que tenía en la silla.- Vaya, lo había dejado allí.

"Tras muchas pistas falsas por fin hemos conseguido dar con el rastro de Muricia. La desgraciada aprendió demasiado bien a ocultar sus huellas.

Hemos llegado a una mansión restaurada en pleno Louisiana. Hay luz en varias ventanas. Varias chicas negras estaban fumando en el porche. Al acercarnos un poco más vemos que son Ghouls y todas llevan grandes machetes y cuchillos colgando de sus cinturones. 

-Que salga la Gangrel.- mi compañero se acercó a la luz. Ellas nos miraron a los tres con disgusto poco disimulado.- ¿Dónde está la Gangrel?

-La Jefa no va a salir porque dos machitos bien vestidos y su puta la llamen- una chica de pelo negro y largo salto por la ventana del piso de arriba y se plantó entre las Ghouls y nosotros.-Largaos de aquí.-sus ojos amarillos brillaban entre sus mechones de pelo.

-Vaya, vaya. Parece que tenemos una gatita revoltosa.-Jhon se rió. Sin darle tiempo de reaccionar le dio una patada en el estomago- ¡Que salga la zorra!

Mientras Héctor y yo habíamos dado muerte a las ghoul. Tenían un sabor extraño, azucarado. Me acerque a la más que seguro chiquilla de Muricia y la bese. Mis compañeros mientras habían entrado en la mansión.

-Vamos flor- le dije mientras la obligaba a entrar- Una buena fiesta no puede empezar sin dos damas tan atractivas como nosotras.

Muricia bajaba tranquilamente por las escaleras. Desprendía odio, pero también preocupación. Sus ojos no se separaban de la muchacha que tenía apresada.

-¿Los cabrones del Sabbat necesitan mandar a la Mano Negra? No se si eso es un halago.

-Muricia, Muricia. La culpa es tuya.-Héctor se acerco a la chiquilla- Desapareces en medio de una trifulca de manadas, las dos manadas son aniquiladas y ¡pum! el Cardenal se entera de tu existencia y ¿qué haces? Matas al mensajero y huyes. ¡Eso esta muy mal!- golpeó la cara de la chica, que aulló de dolor y escupió sangre y dientes.- ¿No tienes nada que decirnos?

-Suéltala Lisbeth. Y tú Héctor, tócala otra vez y será lo último que hagas con esas manos.

-Señora, amigo. Un poco de paz.- Jhon se sentó en una butaca.- Solo hemos venido de mensajeros. Sabemos lo de la magia de los chamanes. Eso al Cardenal no le molesta. Solo debes jurar lealtad al Sabbat y educar a tu progenie en nuestras tradiciones y nos iremos.- Muricia enseño los dientes. Jhon chasqueó los dedos y la Tzimisce empezó a disolver el hombro de la chiquilla. Esta empezó a revolverse y a gritar.

-De momento no le duele, pero si hago así...- un aullido sobrehumano salió de la garganta de la chica.- Y casi ni la he tocado- dijo divertida.

-Lo juro, lo juro, pero dejad a mi hija.- Muricia estaba al borde del frenesí. Si no había atacado era por el saco sanguinoliento que teníamos en las manos.

-Muy bien, ya nos vamos.- la chiquilla lloraba dolorida.- Lisbeth, esta chica me rompe el alma. No soporto ver estos ojos tan tristes.

Y Lisbeth le sacó los ojos."

Por Daciana Bratovich para Revista Vaulderie.
Imagen de Hex Photography



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