martes, 17 de abril de 2018

Una chica excelente, Julio Cortázar.


"Una chica excelente.
Bastante loca de a ratos.
A veces tan triste.
A veces muerta de risa
A veces mala."

Julio Cortázar.
Imagen, Lady Killer

Pasos, Mario Benedetti


"Se oyen pasos de alguien que no llega nunca" 
Mario Benedetti

Ilustración Jack the Ripper, David Palumbo

Macbeth (fragmento)

"¿Es una daga esto que veo ante mí con el puño hacia mis manos? ¡Ven, déjame que te empuñe! No te tengo y sin embargo, estoy viéndote. ¿Acaso eres¡ visión fatal, tan perceptible a la vista como al tacto? ¿O sólo eres una daga del espíritu, una falsa creación que nace de un cerebro calenturiento? Te sigo viendo, en forma tan palpable como ésta que ahora empuño. Tú me señalaste la dirección en que yo iba y me insinuaste que un arma como tú era lo que debía utilizar. Mis ojos se convierten en juguete de los demás sentidos, o valen más que todos juntos; no dejo de tenerte ante ellos, y veo en tu puño y en tu hoja espesas gotas de sangre que antes no tenían ... ¡Oh, no hay tal! ¡Es ese proyecto sanguinario lo que trae estas cosas a mi imaginación! ... En estos momentos, en la mitad del mundo parece muerta la naturaleza y los malos sueños se apoderan de los que duermen; la brujería rinde culto a Hécate, y el crimen, vigilado por su guardián el lobo, cuyo aullido es su guarda, avanza, como Tarquino, a pasos forzados y furtivos hacia su víctima, moviéndose como un espectro. Tú, Tierra, sólidamente y firmemente asentada, apaga mis pasos dondequiera que vayan, no sea que tus piedras denuncien mi marcha y roben al momento oportuno el horror preparado a mostrarse ... ¡Desesperación! Mientras yo amenazo, él vive; y el calor de las acciones se siente enfriado por las palabras."

Macbeth, W. Shakespeare


Romeo y Julieta (fragmento)

Romeo:- ¡Silencio! ¿Qué resplandor se abre paso a través de aquella ventana? ¡Es el Oriente, y Julieta, el sol! ¡Surge, esplendente sol, y mata a la envidiosa luna, lánguida y pálida de sentimiento porque tú, su doncella, la has aventajado en hermosura! ¡No la sirvas, que es envidiosa! Su tocado de vestal es enfermizo y amarillento, y no son sino bufones los que lo usan, ¡Deséchalo! ¡Es mi vida, es mi amor el que aparece!… Habla… más nada se escucha; pero, ¿qué importa? ¡Hablan sus ojos; les responderé!…Soy demasiado atrevido. No es a mi a quien habla. Do de las más resplandecientes estrellas de todo el cielo, teniendo algún quehacer ruegan a sus ojos que brillen en sus esferas hasta su retorno. ¿Y si los ojos de ella estuvieran en el firmamento y las estrellas en su rostro? ¡El fulgor de sus mejillas avergonzaría a esos astros, como la luz del día a la de una lámpara! ¡Sus ojos lanzarían desde la bóveda celestial unos rayos tan claros a través de la región etérea, que cantarían las aves creyendo llegada la aurora!… ¡Mirad cómo apoya en su mano la mejilla! ¡Oh! ¡Mirad cómo apoya en su mano la mejilla! ¡Oh! ¡Quién fuera guante de esa mano para poder tocar esa mejilla!

Julieta:- ¡Ay de mí!

Romeo:- Habla. ¡Oh! ¡Habla otra vez ángel resplandeciente!… Porque esta noche apareces tan esplendorosa sobre mi cabeza como un alado mensajero celeste ante los ojos extáticos y maravillados de los mortales, que se inclinan hacia atrás para verle, cuando él cabalga sobre las tardas perezosas nubes y navega en el seno del aire.

Julieta:- ¡Oh Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo? Niega a tu padre y rehusa tu nombre; o, si no quieres, júrame tan sólo que me amas, y dejaré yo de ser una Capuleto.

Romeo:- (Aparte) ¿Continuaré oyéndola, o le hablo ahora?

Julieta:- ¡Sólo tu nombre es mi enemigo! ¡Porque tú eres tú mismo, seas o no Montesco! ¿Qué es Montesco? No es ni mano, ni pie, ni brazo, ni rostro, ni parte alguna que pertenezca a un hombre. ¡Oh, sea otro nombre! ¿Qué hay en un nombre? ¡Lo que llamamos rosa exhalaría el mismo grato perfume con cualquiera otra denominación! De igual modo Romeo, aunque Romeo no se llamara, conservaría sin este título las raras perfecciones que atesora. ¡Romeo, rechaza tu nombre; y a cambio de ese nombre, que no forma parte de ti, tómame a mi toda entera!

Romeo:- Te tomo la palabra. Llámame sólo “amor mío” y seré nuevamente bautizado. ¡Desde ahora mismo dejaré de ser Romeo!

Julieta:- ¿Quién eres tú, que así, envuelto en la noche, sorprendes de tal modo mis secretos?

Romeo:- ¡No sé cómo expresarte con un nombre quien soy! Mi nombre, santa adorada, me es odioso, por ser para ti un enemigo. De tenerla escrita, rasgaría esa palabra.

Julieta:- Todavía no he escuchado cien palabras de esa lengua, y conozco ya el acento. ¿No eres tú Romeo y Motesco?

Romeo:- Ni uno ni otro, hermosa doncella, si los dos te desagradan.

Julieta:- Y dime, ¿cómo has llegado hasta aquí y para qué? Las tapias del jardín son altas y difíciles de escalar, y el sitio, de muerte, considerando quién eres, si alguno de mis parientes te descubriera.

Romeo:- Con ligeras alas de amor franquee estos muros, pues no hay cerca de piedra capaz de atajar el amor; y lo que el amor puede hacer, aquello el amor se atreve a intentar. Por tanto, tus parientes no me importan.

Julieta:- ¡Te asesinarán si te encuentran!

Romeo:- ¡Ay! ¡Más peligro hallo en tus ojos que en veinte espadas de ellos! Mírame tan sólo con agrado, y quedo a prueba de su enemistad.

Julieta:- ¡Por cuanto vale el mundo, no quisiera que te viesen aquí!

Romeo:- El manto de la noche me oculta a sus miradas; pero, si no me quieres, déjalos que me hallen aquí. ¡Es mejor que termine mi vida víctima de su odio, que se retrase mi muerte falto de tu amor.

Julieta:- ¿Quién fue tu guía para descubrir este sitio?

Romeo:- Amor, que fue el primero que me incitó a indagar; él me prestó consejo y yo le presté mis ojos. No soy piloto; sin embargo, aunque te hallaras tan lejos como la más extensa ribera que baña el más lejano mar, me aventuraría por mercancía semejante.

Julieta:- Tú sabes que el velo de la noche cubre mi rostro; si así lo fuera, un rubor virginal verías teñir mis mejillas por lo que me oíste pronunciar esta noche. Gustosa quisiera guardar las formas, gustosa negar cuanto he hablado; pero, ¡adiós cumplimientos! ¿Me amas? Sé que dirás: sí, yo te creeré bajo tu palabra. Con todo, si lo jurases, podría resultar falso, y de los perjurios de los amantes dicen que se ríe Júpiter. ¡Oh gentil Romeo! Si de veras me quieres, decláralo con sinceridad; o, si piensas que soy demasiado ligera, me pondré desdeñosa y esquiva, y tanto mayor será tu empeño en galantearme. En verdad, arrogante Montesco, soy demasiado apasionada, y por ello tal vez tildes de liviana mi conducta; pero, créeme, hidalgo, daré pruebas de ser más sincera que las que tienen más destreza en disimular. Yo hubiera sido más reservada, lo confieso, de no haber tú sorprendido, sin que yo me apercibiese, mi verdadera pasión amorosa. ¡Perdóname, por tanto, y no atribuyas a liviano amor esta flaqueza mía, que de tal modo ha descubierto la oscura noche!

Romeo:- Júrote, amada mía, por los rayos de la luna que platean la copa de los árboles…

Julieta:- No jures por la luna, que es su rápida movimiento cambia de aspecto cada mes. No vayas a imitar su inconstancia.

Romeo:- ¿Pues por quién juraré?

Julieta:- No hagas ningún juramento. Si acaso, jura por ti mismo, por tu persona que es el dios que adoro y en quien he de creer.

Romeo:- ¿Pues por quién juraré?

Julieta:- No jures. Aunque me llene de alegría el verte, no quiero esta noche oír tales promesas que parecen violentas y demasiado rápidas. Son como el rayo que se extingue, apenas aparece. Aléjate ahora: quizá cuando vuelvas haya llegado abrirse, animado por las brisas del estío, el capullo de esta flor. Adiós, ¡ojalá caliente tu pecho en tan dulce clama como el mío!

Romeo:- ¿Y no me das más consuelo que ése?

Julieta:- ¿Y qué otro puedo darte esta noche?

Romeo:- Tu fe por la mía.

Julieta:- Antes de la di que tú acertaras a pedírmela. Lo que siento es no poder dártela otra vez.

Romeo:- ¿Pues qué? ¿Otra vez quisieras quitármela?

Julieta:- Sí, para dártela otra vez, aunque esto fuera codicia de un bien que tengo ya. Pero mi afán de dártelo todo es tan profundo y tan sin límite como los abismos de la mar. ¡Cuando más te doy, más quisiera date!… Pero oigo ruido dentro. ¡Adiós no engañes mi esperanza… Ama, allá voy… Guárdame fidelidad, Montesco mío. Espera un instante, que vuelvo en seguida.

Romeo:- ¡Noche, deliciosa noche! Sólo temo que, por ser de noche, no pase todo esto de un delicioso sueño

Julieta:- (Asomada otra vez a la ventana) Sólo te diré dos palabras. Si el fin de tu amor es honrado, si quieres casarte, avisa mañana al mensajero que te enviaré, de cómo y cuando quieres celebrar la sagrada ceremonia. Yo te sacrificaré mi vida e iré en pos de ti por el mundo.

Ama:- (Llamando dentro) ¡Julieta!

Julieta:- Ya voy. Pero si son torcidas tus intenciones, suplícote que…

Ama:- ¡Julieta!

Julieta:- Ya corro… Suplícote que desistas de tu empeño, y me dejes a solas con mi dolor. Mañana irá el mensajero…

Romeo:- Por la gloria…

Julieta:- Buenas noches.

Romeo:- No. ¿Cómo han de ser buenas sin tus rayos? El amor va en busca del amor como el estudiante huyendo de sus libros, y el amor se aleja del amor como el niño que deja sus juegos para tornar al estudio.

Julieta:- (Otra vez a la ventana) ¡Romeo! ¡Romeo! ¡Oh, si yo tuviese la voz del cazador de cetrería, para llamar de lejos a los halcones¡ Si yo pudiera hablar a gritos, penetraría mi voz hasta en la gruta de la ninfa Eco, y llegaría a ensordecerla repitiendo el nombre de mi Romeo.

Romeo:- ¡Cuán grado suena el acento de mi amada en la apacible noche, protectora de los amantes! Más dulce es que la música en oído atento.

Julieta:- ¡Romeo!

Romeo:- ¡Alma mía!

Julieta:- ¿A qué hora irá mi criado mañana?

Romeo:- A las nueve.

Julieta:- No faltará. Las horas se me harán siglos hasta que llegue. No sé para qué te he llamado.

Romeo:- ¡Déjame quedar aquí hasta que lo pienses!

Julieta:- Con el contento de verte cerca me olvidaré eternamente de lo que pensaba, recordando tu dulce compañía.

Romeo:- Para que siga tu olvido no he de irme.

Julieta:- Ya es de día. Vete… Pero no quisiera que te alejaras más que el breve trecho que consiente alejarse al pajarillo la niña que le tiene sujeto de una cuerda de seda, y que a veces le suelta de la mano, y luego le coge ansiosa, y le vuelve a soltar…

Romeo:- ¡Ojalá fuera yo ese pajarillo!

Julieta:- ¿Y qué quisiera yo sino que lo fueras? Aunque recelo que mis caricias habían de matarte. ¡Adiós, adiós! Triste es la ausencia y tan dulce la despedida, que no sé cómo arrancarme de los hierros de esta ventana.

Romeo:- ¡Qué el sueño descanse en tus dulces ojos y la paz en tu alma! ¡Ojalá fuera yo el sueño, ojalá fuera yo la paz en que se duerme tu belleza! De aquí voy a la celda donde mora mi piadoso confesor, para pedirle ayuda y consejo en este trance.

Romeo y Julieta, W.Shakespeare
Romeo and Juliet Frank Dicksee 1884



La Celestina (fragmento)

Pues aquí vemos cuán mal fenecieron
aquestos amantes, huyamos su danza,
amemos a aquél que espinas y lanza,
azotes y clavos su sangre vertieron.
Los falsos judíos su faz escupieron,
vinagre con hiel fue su potación;
porque nos lleve con el buen ladrón,
de dos que a sus santos lados pusieron.
No dudes ni hayas vergüenza, lector,
narrar lo lascivo que aquí se te muestra:
que siendo discreto verás que es la muestra
por donde se vende la honesta labor.
De nuestra vil masa con tal lamedor
consiente cosquillas de alto consejo
con motes y trufas del tiempo más viejo:
escritas a vueltas le ponen sabor.
Y así no me juzgues por eso liviano;
mas antes celoso de limpio vivir,
celoso de amar, temer y servir
al alto Señor y Dios soberano.
Por ende, si vieres turbada mi mano,
turbias con claras mezclando razones,
deja las burlas, que es paja y granzones,
sacando muy limpio de entre ellas el grano. 

Fragmento final de la Celestina, Fernando de Rojas


Macbeth (fragmento)

BRUJA PRIMERA
Tres veces maulló el gato atigrado.

BRUJA SEGUNDA
Tres y una más gimió el erizo.

BRUJA TERCERA
Llegó el momento, nos anuncia la arpía.

BRUJA PRIMERA
Bailemos en torno al caldero y alimentémoslo con entrañas envenenadas. Tú, sapo, que durante treinta y un días y otras tantas noches has sudado veneno bajo fría piedra, serás el primero que cuezas en el caldero encantado.

BRUJA SEGUNDA
-Hiervan y cósanse en la cazuela, rueda de víbora, ojo de lagartija, pie de rana, piel de murciélago, lengua de perro, estiércol de sierpe, aguijón de culebra, pierna de lagarto y ala de mochuelo; cósanse y hiervan como si fuesen filtro infernal, para darnos un poderoso hechizo.

LAS TRES
Redoblemos el trabajo y el afán, y arderá el fuego y hervirá el caldero.

BRUJA TERCERA
Hiérvanse, escama de dragón, diente de lobo, betún de brujas, vejiga de tiburón, raíz de cicuta de noche arrancada, hígado de judío blasfemo, hiel de cabra, hojas de abeto plateadas a la luz de la luna que se oculta, nariz de turco, labio de tártaro, dedo de criatura estrangulada al nacer y arrojada al foso por una mujerzuela; todo esto, mezclado con entrañas de tigre, son los ingredientes de nuestra cazuela.

LAS TRES
Redoblemos el trabajo y el afán, y arderá el fuego y hervirá el caldero.

BRUJA SEGUNDA
Enfriémoslo con sangre de mono, y estará el hechizo completo y dispuesto.

Entra Hécate, uniéndose a las tres brujas.

HÉCATE
¡Magnífico! Han hecho un gran trabajo y participarán del triunfo. Y ahora, canten todas alrededor del caldero, como si los trasgos y las hadas formaran un anillo, y hechizen cuanto han echado a la cazuela.

Música y canto de las brujas.
Se va Hecate.

BRUJA SEGUNDA
Por la picazón de mis dedos adivino que se acerca un malvado ... ¡Abran paso, puertas, a quienquiera que llame!

Entra Macbeth.

MACBETH
¿Qué significa esto, fantasmas de la medianoche, viejas horribles y misteriosas? ¿Qué están haciendo?

LAS TRES BRUJAS
Un extraordinario conjuro.

MACBETH
Por ese conjuro, venga de donde hubiere llegado hasta ustedes, han de responderme. Aunque liberen los vientos y los lancen contra las cúpulas de las iglesias; aunque las olas, empujándose unas a otras, destruyan y se traguen todo cuanto atraviesa la mar; aunque la mies se doble y los árboles se destronquen; aunque los castillos caigan sobre las cabezas de sus guardianes, y las torres de los palacios y las cimas de las pirámides besen el polvo del suelo; no importa que el rico tesoro de los gérmenes de la naturaleza desaparezca de una vez y que hasta la misma destrucción quede extenuada; respóndanme a lo que he de preguntarles.

BRUJA PRIMERA
Habla.

BRUJA SEGUNDA
Exige.

BRUJA TERCERA
Responderemos.

BRUJA PRIMERA
¿Prefieres saberlo de nuestros labios, o que te lo digan nuestros genios?

MACBETH
¡Invóquenlos, quiero conocerlos!

BRUJA PRIMERA
Pongamos en el caldero sangre de cerda que haya devorado sus nueve lechoncillos, y echemos a las llamas grasa re sudada de la horca de un asesino.

LAS TRES BRUJAS
¡Hazte presente, espíritu, ven de lo alto o de lo bajo, y muéstrate tú y tu poder!

Truenos. Primera aparición: una cabeza cubierta con un casco.

MACBETH
Dime: ¿es bastante tu poder misterioso...?

BRUJA PRIMERA
Ya sabe lo que tú piensas ... Escucha sus palabras, y guarda silencio.

PRIMERA APARICIÓN
¡Macbeth! ¡Macbeth! ¡Macbeth! ¡Cuídate de Macduff, cuídate del barón de Fife! ... Me voy; ya he dicho bastante.

Desciende.

MACBETH
Seas lo que fueres, gracias por tu excelente advertencia; has llegado acertadamente a mis temores. Pero una palabra más ...

BRUJA PRIMERA
No permite que se le mande ... Aquí tienes otro espíritu, más convincente que el primero.

Truenos.
Segunda aparición: un niño ensangrentado.

SEGUNDA APARICIÓN
¡Macbeth! ¡Macbeth! ¡Macbeth!

MACBETH
Si tuviera tres oídos, con los tres te escucharía.

SEGUNDA APARICIÓN
Sé sanguinario, audaz y resuelto. Ríete, hasta despreciarlo, del poder de los hombres, porque ninguno nacido de mujer hará mal a Macbeth.

Desciende.

MACBETH
Entonces, vive, Macduff. ¿Qué necesidad tengo de temerte? ... Aun así, mejor es asegurarme por completo y unirme más al destino; no vivirás, para que yo pueda dormir tranquilo a pesar de la tormenta y llamar mentiroso al miedo que intenta desangrar el corazón.

Truenos.
Tercera aparición: un niño coronado, llevando un árbol en las manos.

MACBETH
¿Qué es esto que se eleva como la descendencia de un rey, y que sobre su frente infantil ciñe la corona y el emblema de la soberanía?

LAS TRES BRUJAS
Escucha, pero en silencio.

TERCERA APARICIÓN
Como el león, sé arrogante y no te cuides de quien se enfade o se desespere, ni te preocupen los conspiradores; Macbeth no será vencido hasta que el gran bosque de Birnam suba contra él a la colina de Dunsinane.

Desciende.

MACBETH
Eso nunca sucederá. ¿Quién es capaz de mover los bosques y de alinear en batalla los árboles separando sus raíces de la tierra que las cubre? ¡Gratos augurios, magníficos! ¡Rebelión, no te levantes nunca hasta que el bosque de Birnam se mueva de su lugar, y verás cómo vive nuestro Macbeth en su elevada posición hasta que le haga pagar su tributo al tiempo y a la muerte! Pero, aun así, mi corazón late insólitamente ante la emoción de saber urta cosa; díganme, si su arte puede decirlo; ¿reinará alguna vez la estirpe de Banquo en nuestra patria?

LAS TRES BRUJAS
No intentes saber más.

MACBETH
Es que quiero quedar conforme; ¡caiga sobre ustedes, si me niegan esto, eterna maldición! Díganme ... ¿por qué se hunde ese caldero y a qué viene ese ruido?

Oboes.

BRUJA PRIMERA
¡Vengan a nosotras!

BRUJA SEGUNDA
¡Muéstrense!

BRUJA TERCERA
¡Aparezcan!

LAS TRES
Muéstrense a sus ojos y atormenten su corazón. ¡Lleguen como sombras, y como sombras partan!

Aparecen ocho Reyes, el último con un reloj de arena en la mano.
La sobra de Banquo los sigue.

MACBETH
Te pareces mucho al espíritu de Banquo¡ ¡vete de aquí! La vista de tu corona quema mis pupilas. Y tú, el otro que también ciñe sus sienes con círculo áureo, te asemejas al primero y el tercero es igual a ti ... ¡Ancianas repugnantes!, ¿por qué ponen esto delante de mí? ... ¡Un cuarto! ... ¡Apartense, ojos! ... ¿Es que la línea ha de extenderse hasta el día del juicio final? ... ¿Todavía otro? ... ¡Y el séptimo! ¡No he de ver ninguno más! ... ¡Aun aparece el octavo, que lleva la ampolleta, hilo de vida que me señala mucho más!; e incluso veo algunos con doble esfera y triple cetro; ¡espantosa visión! ... Pero esto es verdad; porque Banquo, chorreando sangre de la frente, me sonríe indicándome que forman su linaje. ¿Es así?

Se desvanecen las apariciones.

BRUJA PRIMERA
Sí, todo esto es así ... ¿Pero por qué se vuelve Macbeth tan pensativo? Pongámonos alrededor de él, hermanas; levantemos su ánimo con nuestros mejores encantos. Voy a hechizar el ambiente para que lance vibraciones, a cuyo son baile nuestra fantástica danza; no dirá este rey que no cumplimos nuestros deberes otorgándole la bienvenida que se merece.

(Música.Danzan las brujas y luego se desvanecen.)

MACBETH
¿Dónde están? ¿Se marcharon? ¡Que permanezca para siempre maldita esta hora fatal...! Entren, pasen aquí.

Macbeth, William Shakespeare.
Macbeth y las tres brujas, Théodore Chassériau



Hamlet (fragmento)

Hamlet
Ser, o no ser, ésa es la cuestión. ¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y darlas fin con atrevida resistencia? Morir es dormir. ¿No más? ¿Y por un sueño, diremos, las aflicciones se acabaron y los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza?... Este es un término que deberíamos solicitar con ansia. Morir es dormir... y tal vez soñar. Sí, y ved aquí el grande obstáculo, porque el considerar que sueños podrán ocurrir en el silencio del sepulcro, cuando hayamos abandonado este despojo mortal, es razón harto poderosa para detenernos. Esta es la consideración que hace nuestra infelicidad tan larga. ¿Quién, si esto no fuese, aguantaría la lentitud de los tribunales, la insolencia de los empleados, las tropelías que recibe pacífico el mérito de los hombres más indignos, las angustias de un mal pagado amor, las injurias y quebrantos de la edad, la violencia de los tiranos, el desprecio de los soberbios? Cuando el que esto sufre, pudiera procurar su quietud con sólo un puñal. ¿Quién podría tolerar tanta opresión, sudando, gimiendo bajo el peso de una vida molesta si no fuese que el temor de que existe alguna cosa más allá de la Muerte (aquel país desconocido de cuyos límites ningún caminante torna) nos embaraza en dudas y nos hace sufrir los males que nos cercan; antes que ir a buscar otros de que no tenemos seguro conocimiento? Esta previsión nos hace a todos cobardes, así la natural tintura del valor se debilita con los barnices pálidos de la prudencia, las empresas de mayor importancia por esta sola consideración mudan camino, no se ejecutan y se reducen a designios vanos. Pero... ¡la hermosa Ofelia! Graciosa niña, espero que mis defectos no serán olvidados en tus oraciones.

Ofelia
¿Cómo os habéis sentido, señor, en todos estos días?

Hamlet
Muchas gracias. Bien.

Ofelia
Conservo en mi poder algunas expresiones vuestras, que deseo restituiros mucho tiempo ha, y os pido que ahora las toméis.

Hamlet
No, yo nunca te di nada.

Ofelia
Bien sabéis, señor, que os digo verdad. Y con ellas me disteis palabras, de tan suave aliento compuestas que aumentaron con extremo su valor, pero ya disipado aquel perfume, recibidlas, que un alma generosa considera como viles los más opulentos dones, si llega a entibiarse el afecto de quien los dio. Vedlos aquí.

Hamlet
¡Oh! ¡Oh! ¿Eres honesta?

Ofelia
Señor...

Hamlet
¿Eres hermosa?

Ofelia
¿Qué pretendéis decir con eso?

Hamlet
Que si eres honesta y hermosa, no debes consentir que tu honestidad trate con tu belleza.

Ofelia
¿Puede, acaso, tener la hermosura mejor compañera que la honestidad?

Hamlet
Sin duda ninguna. El poder de la hermosura convertirá a la honestidad en una alcahueta, antes que la honestidad logre dar a la hermosura su semejanza. En otro tiempo se tenía esto por una paradoja; pero en la edad presente es cosa probada... Yo te quería antes, Ofelia.

Ofelia
Así me lo dabais a entender.

Hamlet
Y tú no debieras haberme creído, porque nunca puede la virtud ingerirse tan perfectamente en nuestro endurecido tronco, que nos quite aquel resquemor original... Yo no te he querido nunca.

Ofelia
Muy engañada estuve.

Hamlet
Mira, vete a un convento, ¿para qué te has de exponer a ser madre de hijos pecadores? Yo soy medianamente bueno; pero al considerar algunas cosas de que puedo acusarme, sería mejor que mi madre no me hubiese parido. Yo soy muy soberbio, vengativo, ambicioso; con más pecados sobre mi cabeza que pensamientos para explicarlos, fantasía para darles forma, ni tiempo para llevarlos a ejecución. ¿A qué fin los miserables como yo han de existir arrastrados entre el cielo y la tierra? Todos somos insignes malvados; no creas a ninguno de nosotros, vete, vete a un convento... ¿En dónde está tu padre?

Ofelia
En casa está, señor.

Hamlet
Sí, pues que cierren bien todas las puertas, para que si quiere hacer locuras, las haga dentro de su casa. Adiós.

Ofelia
¡Oh! ¡Mi buen Dios! Favorecedle.

Hamlet
Si te casas quiero darte esta maldición en dote. Aunque seas un hielo en la castidad, aunque seas tan pura como la nieve; no podrás librarte de la calumnia. Vete a un convento. Adiós. Pero... escucha: si tienes necesidad de casarte, cásate con un tonto, porque los hombres avisados saben muy bien que vosotras los convertís en fieras... Al convento y pronto. Adiós.

Ofelia
¡El Cielo, con su poder, le alivie!

Hamlet
He oído hablar mucho de vuestros afeites y embelecos. La naturaleza os dio una cara y vosotras os hacéis otra distinta. Con esos brinquillos, ese pasito corto, ese hablar aniñado, pasáis por inocentes y convertís en gracia vuestros defectos mismos. Pero, no hablemos más de esta materia, que me ha hecho perder la razón... Digo sólo que de hoy en adelante no habrá más casamientos; los que ya están casados (exceptuando uno) permanecerán así; los otros se quedarán solteros... Vete al convento, vete.

Hamlet, W. Shakespeare
Cuadro de Agnes Pringle